viernes, 4 de julio de 2008

La teoría de Darwin sigue viva

El padre de Charles Darwin se sorprendió al verlo tras su largo viaje. "Si le ha cambiado hasta la forma de la cabeza", dijo el hombre. En un sentido metafórico, el padre estaba en lo cierto. Darwin había mirado una gran variedad de paisajes. Había hallado huesos fósiles de armadillos y otros organismos en la Argentina que ya estaban extinguidos, pero que eran parecidos a los actuales. Y se había asombrado por los canguros en Australia o los pinzones que pudo observar en las islas Galápagos, entre otras experiencias que lo que llevaron a formular la teoría de la evolución. Una teoría postulada hace 150 años.
"El ya sabía, en 1938, que los organismos provienen de organismos similares a ellos y que la evolución es modelada por el proceso de la selección natural. Recién aceptó darla a conocer en 1858. "Durante los 150 años posteriores, se fueron acumulando evidencias de la paleontología, la genética, la biogeografía, la embriología, que hicieron que hoy la teoría sea el eje vertebrador de la biología contemporánea. Todavía se debate si Darwin ya tenía una hipótesis antes o durante su viaje por el mundo. Se sabe que había leído trabajos que hablaban de los cambios geológicos que ocurrían en la Tierra. Por lo cual, él se preocupó por los cambios en las especies. Con el tiempo, las evidencias provenientes de distintos campos se combinaron en la llamada Teoría sintética de la evolución. Se sabe que hay varios procesos --además de la selección natural-- que explican el cambio evolutivo y que pueden contribuir también para entender el surgimiento de nuevas especies. Hoy la teoría de la evolución da el marco fértil --según la bióloga argentina Adriana Schnek--para entender el mundo: desde la extinción de las especies hasta la resistencia de las bacterias a los antibióticos, pasando por las tretas del virus del sida, la manipulación genética de la soja, o hasta el test de ADN para identificar y encontrar a un asesino.